Sálvanos, Señor, que ya no quedan hombres de bien,se ha perdido la lealtad entre los hombres.
Se engañan unos a otros,
hablan con labios aduladores y doblez de corazón.
Que el Señor termine con esos aduladores lisonjeros,y con esas lenguas engreídas;
con los que dicen: “Triunfaremos con nuestra lengua,
nuestros labios nos defenderán.
¿Quién dominará sobre nosotros?”.
Por la angustia de los humildes,por el grito de los pobres,
ahora me alzo yo –dice el Señor-,
para dar la salvación a quien la espera.
Las palabras del Señor son palabras sinceras,plata fundida limpia de tierra, siete veces refinada.
Tú, oh Señor, nos protegerás,
nos librarás por siempre de esta gente;
pues, por todas partes se multiplican los malvados:
¡la maldad ha llegado al colmo entre los hombres
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