El próximo día 15 de diciembre hará una año de la muerte del filósofo Julián Marías, me sentí un poco huérfano tras el óbito. Bien joven lo conocí en la tercera del ABC ahora está con su amada Lolita y yo con sus escritos lo siento junto a mí.Gracias Julián, nos conoceremos en el cielo, que maravilla. La eternidad escuchándote debatir con el Padre, eso no me lo he de perder.
[...] Y cuando nos llega el momento de hablar de la trascendencia, del más allá, de la vida eterna, en suma, del cielo, es inevitable que salgan a relucir.
-Yo siempre he pensado -me dice- que mi mayor confianza de entrar en la gloria la tengo en que Lolita conseguirá abrirme las puertas del cielo.
Asiento pensando que se trata de una reflexión metafísica, quizá teológica, cuando observo que se le pone un aire travieso, para explicarme:
-De recién casados, dentro de nuestras modestas posibilidades, procurábamos viajar y conocer España. Teníamos pasión por las piedras viejas y por la historia que en ellas se reflejaba. Visitábamos pequeñas iglesias, en las que Lolita entraba siempre a rezar, por supuesto, y a no perderse detalle. A veces eran iglesias medio abandonadas, cerradas, y siempre me admiraba el olfato que tenía mi mujer para averiguar dónde encontrar al cura o al sacristán que tuviera la llave; y al encanto persuasivo con que los convencía para que nos abrieran. Pues la misma maña se dará para que me abran las puertas del cielo.
Fragmento de la entrevista realizada a Julián Marías por José Luís de Olaizola para su libro Más allá de la muerte, Planeta, Barcelona, 1994, pág. 177.
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