jueves, 22 de junio de 2006

A unos ojos



Más dulces habéis de ser,

si me volvéis a mirar,

porque es malicia, a mi ver,

siendo fuente de placer,

causarme tanto pesar.

De seso me tiene ajeno

el que en suerte tan crüel

sea ese mirar sereno

sólo para mí veneno,

siendo para otros miel.

Si crüeles os mostráis,

porque no queréis que os quiera,

fieros por demás estáis,

pues si amándoos, me matáis,

si no os amara, muriera.

Si amando os puedo ofender,

venganza podéis tomar,

porque es fuerza os haga ver

que o no os dejo de querer,

o me acabáis de matar.

Si es la venganza medida

por mi amor, a tal rigor

el alma siento rendida,

porque es muy poco una vida

para vengar tanto amor.

Porque con él igualdad

guardar ningún otro puede;

es tanta su intensidad,

que pienso ¡ay de mí! que excede

vuestra misma crüeldad.

¡Son, por Dios, crudos azares

que me dén vuestros desdenes

ciento a ciento los pesares,

pudiendo darme a millares,

sin los pesares, los bienes!

Y me es doblado tormento

y el dolor más importuno,

el ver que mostráis contento

en ser crudos para uno,

siendo blandos para ciento.

Y es injusto por demás

que tengáis, ojos serenos,

a los que, de amor ajenos,

os aman menos, en mas,

y a mí que amo más, en menos.

Y es, a la par que mortal,

vuestro lánguido desdén

¡tan dulce... tan celestial!...

que siempre reviste el mal

con las lisonjas del bien.

¡Oh, si vuestra luz querida

para alivio de mi suerte

fuese mi bella homicida!

¡Quién no cambiara su vida

por tan dulcísima muerte!

Y sólo de angustias lleno,

me es más que todo crüel,

el que ese mirar sereno,

sea para mí veneno,

siendo para todos miel.

Ramón de Campoamor (1817-1901)

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