Le parece que esa repetición puede ser comparada con unos martillazos. Así como para introducir un clavo en una madera muy seca hace falta golpearlo repetidas veces, de la misma manera para que entre el mandamiento en la dureza de nuestros corazones el Señor tiene que insistir reiteradamente hasta poder hacerlo penetrar en las últimas profundidades de nuestro ser.[…]
Para Balduino, nuestro actual conocimiento de Dios es como la luz de la aurora que penetra en la casa por una pequeñísima ranura mientras que el del cielo será como el esplendor de toda la fuerza del sol al mediodía; y nuestro amor no es más que una diminuta chispa en comparación con el inmenso incendio que abrasará a los justos en
Pero Dios nos pide que lo amemos en este mundo. La dificultad proviene del hecho que no adoramos a Dios con todo el corazón, porque no somos dueños de él: se nos escapa continuamente. Esta debilidad nos impide amar a Dios perfectamente con todo el corazón. Amémoslo, por lo menos, nos exhorta Balduino, en cuanto seamos capaces, es decir en la medida en que seamos dueños de nuestro corazón. No podemos imitar al que se niega a devolver parte de lo que debe, bajo el pretexto que no puede pagar toda su deuda de una vez.
Comentarios de Carlos Hallet, S.J.
Profesor de
Antofagasta - Chile
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