miércoles, 29 de agosto de 2012

Humanismo y libertad

"El humanismo nuevo que nos ocupa — el humanismo integral — implica transformaciones profundas que requieren, por una parte, que sean respetadas las exigencias esenciales de la naturaleza humana — aquella imagen de Dios —, y aquella primacía de los valores trascendentales que justamente permiten y preparan una renovación; y por otra parte, que se comprenda que un cambio semejante no es obra del hombre solo, sino de Dios, primero, y del hombre con Él; y que no es efecto de medios extrínsecos y mecánicos, sino de principios vitales e internos: tal es la enseñanza del cristianismo de siempre." (J. Maritain)


La libertad, es un don, la búsqueda de la verdad es una exigencia de la naturaleza humana la verdad es modeladora de la libertad y, vivir en la mentira es una esclavitud. ¿Qué es lo que hace al hombre realmente libre? Sin temor a errar afirmo con rotundidad que es la verdad.

Cuando alguien sufre una contradicción en su vida, se pregunta los porqués de tal situación, quiere saber la verdad. La verdad es necesaria, es vital es la condición -sine qua non- puede existir la libertad.

La corriente racionalista que se desarrolló a partir del siglo XVIII, acabo de alguna forma con la metafísica, el hombre lo supeditaba todo a la subjetividad de su juicio reduciéndolo todo a la existencialidad y la contingencia del mundo, a la necesidad racional, pero esto no satisface las ansias de trascendencia del hombre. Es necesario volver a esos valores del humanismo que descubre en el ser humano a un ser natural e histórico que debe realizarse en el uso de la libertad.

Afirmaba Bergson, que el hombre es un animal que se nutre de trascendentales y que tal alimento estaba a nuestro alcance, que éramos capaces de conocer lo verdaderamente lo real, que por medio de la intuición lo alcanzamos.

Maritaín decía a su vez que poco importaba si esto sucedía por medio de la intuición que trasciende los conceptos o por medio de la inteligencia que los forma, lo importante era alcanzar el absoluto.

Es necesario y urgente, frente a las ambigüedades de lo que hoy en día se ha dado por llamar ―humanismo laico, anteponer ese otro humanismo (humanismo integral) cuya única pretensión es hacer al hombre más verdaderamente humano y a manifestar su grandeza original haciéndolo participar en todo cuanto puede enriquecerle en la naturaleza y en la historia.

Pablo VI supo captar los peligros que para el hombre suponía la perdida de lo trascendente y lo plasmó en esta sentencia “Un humanismo sin Dios, no puede ser otra cosa que un humanismo inhumano”.

Lo políticamente correcto no debe sustituir jamás a lo verdadero, porque hoy más que nunca se necesitan hombres y mujeres con un elevado criterio.

Nuestros jóvenes, no son objetos, son vidas de incalculable valor y, como consecuencia de esa entrega cada hombre y cada mujer han de ser considerados como un tesoro irremplazable; no se les puede negar por el derecho a una autentica formación integral basada en la verdad y la trascendencia. Solo la búsqueda de lo verdadero, de lo absoluto, puede hacer al hombre realmente libre.

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