“Jesús se ha quedado en la
Eucaristía para remediar nuestra flaqueza, nuestras dudas, nuestros
miedos, nuestras angustias; para curar nuestra soledad, nuestras
perplejidades, nuestros desánimos; para acompañarnos en el camino; para
sostenernos en la lucha. Sobre todo, para enseñarnos a amar, para
atraernos a su Amor”.
Un testimonio:
Jamás,San
Josemaría, entraba en ninguna iglesia sin primero a saludar a Jesús
Sacramentado: se recogía en oración unos instantes y renovaba su
ardiente deseo de hacerle compañía en todos los Tabernáculos del mundo.
Me conmovió lo sucedido cuando le acompañé a la Catedral en obras de una
ciudad importante. Preguntó al sacristán dónde habían dejado reservado
al Señor, y contestó que lo ignoraba, pues cada día lo cambiaban de
sitio, y al final nadie sabía donde estaba. Fue buscando al Señor por la
Catedral, y lo descubrió al divisar una lamparilla medio oculta: se
arrodilló en tierra y rezó. Después nos dijo que había hecho esta
oración: "Señor, yo no soy mejor que los demás, pero necesito decirte
que te quiero con todas mis fuerzas; y te pido que me escuches: te
quiero por los que vienen aquí, y no te lo dicen; por todos los que
vendrán y no te lo dirán.
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