Hagamos en tres minutos una gran oración:
1º.- dando gracias a Dios Padre por todas sus bendiciones.
2º.- pidiendo perdón por todo lo que deberíamos haber hecho bien y voluntariamente no hicimos.
3º.- pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a manejar, con sabiduría y fortaleza, pero sobre todo con amor a Dios, lo que está por venir al día siguiente.
Entonces, la “tristeza” del regreso se transformará de esta manera en una inmensa alabanza a Dios Nuestro Señor, que en cada momento de nuestra vida está al pendiente de lo que realmente necesitamos.
"¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida? Déjame al cuidado de todas tus cosas y en todo te irá mejor. Cuando te abandones a Mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios..."
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