"Si sobre el Alberti stalinista se ha extendido la generosidad misericorde de las palabras de Azaña, para José María Pemán no hay ni paz, ni piedad, ni perdón"
He sentido mucho la muerte de Rafael Alberti. Pero lo he sentido por José María Pemán. A veces las dos Españas caben en una bahía. Por ejemplo, la de Cádiz. Cuatro o cinco veces al día, sale de El Puerto de Santa María hacia Cádiz y viaje de regreso un barco, el Adriano III, al que le siguen llamando El Vapor en este tiempo de energía nuclear. En su travesía, el Vapor del Puerto une a esas dos Españas, la de Cádiz y la del Puerto de Santa María, o, lo que es lo mismo, la de Rafael Alberti y la de José María Pemán.
Rafael Alberti era en sus tristes, últimos años (como ha recordado un ingenio portuense) una pasita con melenas blancas sentada en el sillón de mimbre de Enmanuelle, que un alcalde de derechas a dos minutos de Jesús Gil enseñaba como atracción local los domingos y fiestas de guardar. Fundación de sí mismo, archivo de sus versos, como resulta que Alberti tuvo en su vida bula para todo, nadie le dijo nunca que fuera la paradoja andante de un poeta de izquierdas utilizado por la peor derecha municipal de Andalucía, por un alcalde independiente a quien el PP le parece demasiado liberal. ¿Se imaginan que Pemán hubiera vivido los últimos años de su vida en una casa prestada por un ayuntamiento de izquierdas, trampeando de subvenciones públicas? Alberti era utilizado a discreción y antojo por el Ayuntamiento del Puerto y por su propia esposa, capitana generala de
Nadie nunca en vida de Alberti dijo nada de la triste utilización a que el poeta se tenía que someter para poder vivir en paz su vejez. Como nunca nadie recordó sus años más oscuros. Yo creía que ahora, pasado el luto, se iban a empezar a recordar estas obviedades, como ha hecho José Angel Valente. Veo que sobre Alberti más que sobre nadie de ambos bandos de la guerra civil española caen, misericordes, las palabras de don Manuel Azaña: Paz, piedad, perdón. Se ha muerto el poeta y nadie se ha atrevido a ponerlo retratado con su mono azul de miliciano vengativo en los días madrileños de la contienda incivil. Si se le ha recordado en la guerra, ha sido para evocar la salvación de los cuadros del Museo del Prado. Y si sobre estos asuntos de la guerra española en su biografía se ha pasado como sobre brasas sorianas de la noche de San Juan, con mayor celeridad se han atravesado aspectos más incendiarios: su posterior poesía de ocasión al servicio de
Se ha recordado al Alberti que interesa, porque
Y si sobre el Alberti stalinista de la línea dictatorial del PCE y de todos los partidos comunistas se ha extendido la generosidad misericorde de las palabras de Azaña, para otros, como para José María Pemán, no hay ni paz, ni piedad, ni perdón. A Alberti lo enterraron puño en alto, a los sones de
Antonio Burgos
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