jueves, 20 de mayo de 2010

¿Qué significado encierran hoy para nosotros las apariciones de Fátima?

Por su interés para la reflexión personal , reproducimos una parte de la entrevista realizada por el P.Lombardi al Santo Padre durante el vuelo a Portugal:

Padre Lombardi: Gracias, y hablemos ahora de Fátima, que será en cierto sentido el culmen, también en lo espiritual, de este viaje. Santidad: ¿Qué significado encierran hoy para nosotros las apariciones de Fátima? Cuando presentasteis el texto del tercer secreto en la Sala de Prensa del Vaticano, en junio de 2000 —varios de nosotros estábamos presentes, junto con algunos colegas de entonces—, se os preguntó si el mensaje podía extenderse, más allá del atentado a Juan Pablo II, también a otros sufrimientos de los papas. ¿Es posible, en vuestra opinión, enmarcar también en aquella visión los sufrimientos de la Iglesia de hoy por los pecados de los abusos sexuales a menores?

Papa: Ante todo quisiera expresar mi alegría por ir a Fátima, por rezar ante la Virgen de Fátima, que es para nosotros un signo de la presencia de la fe, de que precisamente de los pequeños nace una nueva fuerza de la fe que no se limita a los pequeños, sino que tiene un mensaje para todo el mundo y entra en contacto con la historia en su presente, iluminándola. En el año 2000, en la presentación, dije que una aparición, o sea un impulso sobrenatural, que no procede tan sólo de la imaginación de la persona, sino en realidad de la Virgen María, de lo sobrenatural, entra en un individuo y halla expresión en las posibilidades de ese individuo. El individuo está determinado por sus condiciones históricas, personales, temperamentales, por lo que «traduce» el gran impulso sobrenatural a sus posibilidades de ver, de imaginar, de expresar, pero en tales expresiones, forjadas por el individuo, se encierra un contenido que va más allá, más profundo, y sólo en el transcurso de la historia podemos ver toda su profundidad, que estaba —por así decirlo— «ataviada» con esa visión al alcance de las personas concretas. Diría, pues, aquí también, que más allá de esa gran visión del sufrimiento del Papa, que podemos referir en primera instancia al papa Juan Pablo II, se indican realidades del futuro de la Iglesia que se desarrollan y se muestran progresivamente. Por lo tanto, es verdad que, además del momento indicado por la visión, se habla, se ve la necesidad de una pasión de la Iglesia, que naturalmente se refleja en la persona del Papa, pero el Papa significa la Iglesia, por lo que son sufrimientos de la Iglesia los que se anuncian. El Señor nos dijo que la Iglesia padecería siempre, de diferentes maneras, hasta el fin del mundo. Lo que importa es que el mensaje, la respuesta de Fátima, no se refiere sustancialmente a devociones particulares, sino precisamente a la respuesta fundamental, es decir conversión permanente, penitencia, oración y las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Así vemos aquí la respuesta auténtica y fundamental que la Iglesia tiene que dar; que nosotros, cada individuo, hemos de dar en esta situación. Respecto a las novedades que hoy podemos descubrir en este mensaje, se da también el hecho de que no sólo de fuera llegan ataques al Papa y a la Iglesia, sino que los sufrimientos de la Iglesia vienen precisamente del interior de la Iglesia, del pecado que existe en la Iglesia. Esto también se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de manera realmente aterradora: que la mayor persecución contra la Iglesia no viene de sus enemigos de fuera, sino que nace del pecado de la Iglesia, y que la Iglesia tiene, por lo tanto, una necesidad profunda de aprender de nuevo la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender por un lado el perdón, pero también la necesidad de la justicia. El perdón no sustituye a la justicia. En una palabra, debemos aprender de nuevo precisamente lo esencial: la conversión, la oración, la penitencia y las virtudes teologales. De esta manera respondemos, somos realistas al esperar siempre el ataque del mal, que ataca desde dentro y desde fuera, pero sabemos también que las fuerzas del bien siempre están presentes y que, al final, el Señor es más fuerte que el mal y la Virgen es para nosotros garantía visible, maternal, de la bondad de Dios, que tiene siempre la última palabra en la historia.

Padre Lombardi: Gracias, Santidad, por la claridad, por la profundidad de vuestras respuestas y de esta palabra conclusiva de esperanza que nos habéis dado. Deseamos de corazón que podáis realizar con serenidad este viaje tan exigente y que podáis vivirlo también con toda la alegría y la profundidad espiritual que el encuentro con el misterio de Fátima nos inspira. Que tengáis un buen viaje; nosotros intentaremos desempeñar bien nuestro servicio y difundir objetivamente lo que hagáis.

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